jueves, 4 de junio de 2009

Cuentas pendientes con la historia

El afán con que el gobierno quiere ayudar a olvidar a las víctimas de las dictaduras es un mal presagio sobre lo que nos depara el porvenir


“La historia es como un profeta con la mirada vuelta hacia atrás, mirando lo que fue, nos anuncia lo que será”. Esa sabia frase, de cuya validez da abundantes testimonios la experiencia acumulada por toda la humanidad, adquiere especial importancia en tiempos como los que vivimos, cuando el peso de acontecimientos de los que fueron protagonistas quienes nos precedieron se hace sentir con todo vigor en nuestro presente.

Durante los últimos días hemos sido testigos de dos elocuentes muestras de lo dicho. Una de ellas la dieron las dificultades que aún tenemos para reconciliarnos con cuanto ocurrió hace doscientos años al iniciarse el proceso que condujo a la constitución de la República de Bolivia, cuya existencia ha sido puesta en duda por el actual régimen. Otra, es la demanda de parientes de las víctimas de las dictaduras militares que asolaron nuestro país, quienes exigen la apertura de los archivos mantenidos hasta ahora en el secreto en los sótanos del Ministerio de Gobierno y de la Sección II de las Fuerzas Armadas.

Como nos lo recuerdan quienes perdieron a sus seres queridos, ese espantoso capítulo de nuestra historia ha dejado tantas heridas abiertas que no puede ser cerrado, y mucho menos borrado de la memoria colectiva, si antes no se hace justicia con la memoria los muertos y desaparecidos.

A esa razón, por sí misma suficiente para que el tema merezca ser asumido como uno de plena actualidad, se suma la inminente posibilidad de que los factores que dieron lugar a tanta atrocidad se reproduzcan en nuestro país. La creciente frecuencia con que se violan impunemente los más elementales derechos humanos, y la reaparición de organizaciones y doctrinas que conciben la acción política como una guerra cuyo objetivo es la eliminación física de los adversarios, son algunos de los hechos que hacen temer que no estamos lejos de recaer en las peores experiencias de nuestra historia por no haber sabido asimilar sus amargas lecciones.

La actitud gubernamental ante la demanda de las víctimas de las dictaduras militares, que consistió en negar la existencia de archivos en el Departamento II de las FF.AA. que permitan hacer justicia con la memoria de las víctimas, primero y en negar su apertura pública, después, es otra muestra de lo vivo que está el espíritu que animó a quienes recurrieron a los más viles métodos para eliminar a sus oponentes.

Para evitar que esos episodios de nuestra historia se repitan, es urgente revitalizar en la conciencia colectiva el respeto a los valores básicos inherentes a la convivencia civilizada. El restablecimiento de la causa de los derechos humanos como algo que por su valor intrínseco está por encima de las conveniencias coyunturales de quienes gobiernan, es algo que no admite concesiones.

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