miércoles, 3 de junio de 2009

Hacia un régimen de partido único

La candidez de los aspirantes a candidatos es el complemento perfecto de un proyecto político que se encamina hacia su consumación


Entre las muchas características del proceso político que está en plena ejecución en nuestro país desde hace algo más de tres años, hay dos que se destacan por ser las que marcan el ritmo y la profundidad con que éste se desarrolla. Una de ellas es la eficiencia con que el Movimiento al Socialismo avanza hacia la consumación de su proyecto, a pesar de sus muchos traspiés. La segunda, la inexistencia de una oposición política capaz de hacerle frente.

Entre las muchas muestras de la firmeza con que el MAS avanza hacia el logro de sus objetivos hay una que se destaca. Es la consolidación de su control sobre gran parte del territorio nacional donde ya ha dejado de regir el Estado de Derecho. La “republiqueta cuya capital es Achacachi”, que es como el Vicepresidente de la ex República de Bolivia, hoy “Estado Plurinacional” define esa vasta región geográfica que es el altiplano paceño, es la máxima expresión de lo dicho.

Se trata de un territorio en el que ya está plenamente vigente un régimen totalitario, donde nadie puede ejercer sus derechos ciudadanos sin ser sometido a los más brutales métodos represivos legitimados bajo el rótulo de “justicia comunitaria”.

Tan evidente es esa realidad que durante los últimos actos electorales en esa región se ensayó con pleno éxito lo que ya es un sistema monopartidista. Votaciones cercanas al cien por ciento a favor de la consigna oficialista, que más que a un fraude electoral son atribuibles a la eficiente aplicación de la coerción del “nuevo Estado”, así lo demuestran.

Para reforzar, consolidar y expandir ese modelo de organización política ya están movilizadas a lo largo y ancho del país las estructuras orgánicas del MAS y de los “movimientos sociales” que actúan como su brazo operativo. La decisión anunciada por los dirigentes de la provincia Aroma de no permitir el ingreso a “su territorio” a candidatos que no pertenezcan al MAS es sólo una muestra más, pero no la única. En el trópico cochabambino, en muchas provincias vallunas e incluso en vastas regiones del oriente boliviano está ya en plena ejecución el mismo plan.

Tal proceso, desgraciadamente, es facilitado por la inexistencia de una oposición que esté a la altura de las circunstancias. La existente, dispersa, fragmentada, desorientada, sin líderes, ni organización ni ideas claras, que todavía cree ingenuamente que la calidad del padrón electoral es el mayor de los problemas, es el complemento perfecto para la total destrucción de nuestra democracia.

La candidez con que los aspirantes a candidatos se regocijan con la ilusión de que sus imaginarias cualidades personales serán suficientes para derrotar en las urnas a la fórmula oficialista, lo dice todo.

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