miércoles, 17 de junio de 2009

Los “escandaletes” de cada día

Pequeños alborotos que van pasando sin dejar huella, pero impiden que los temas realmente importantes reciban la atención que merecen


Uno de los muchos síntomas a través de los que se manifiesta el avanzado estado de descomposición en el que están las principales instituciones de nuestro país, incluidas las empresas estatales, es que ya nada es motivo de escándalo. A lo más que llegan las noticias que cotidianamente dan cuenta del avance del mal es a provocar efímeros “escandaletes”.

Los “escandaletes” son pequeños alborotos ocasionados por los excesos en que suelen incurrir las figuras del mundo del espectáculo, de la farándula o de la política. Se trata por lo general de asuntos poco relevantes, pero atractivos desde el punto de vista del “marketing” informativo. Por eso suelen ocupar grandes titulares, pero pasan al olvido con la misma facilidad con que de un día a otro adquieren gran notoriedad.

Es también característica de los “escandaletes” tener su origen en el afán con que las estrellas de la farándula, o quienes aspiran a serlo, buscan atraer sobre sí mismas las luces y las miradas de la gente incauta de cuya veneración se alimentan mientras les dura su efímera fama, fortuna o poder.

Como se ve, el término “escandalete” es el que mejor se ajusta a la mayor parte de los temas que periódicamente se van sucediendo en la agenda informativa nacional. Pequeños alborotos que van pasando sin dejar huella, pero que a su paso impiden que los temas realmente importantes reciban la atención que merecen.

El más reciente ejemplo de lo dicho es el que se refiere a la “nacionalización” de Transredes. Gran “revelación” que nada aportó a lo que ya era ampliamente conocido, aunque haya pasado desapercibido, pero contribuyó a que sigamos acostumbrándonos a un estado de cosas que por lo común ya va siendo visto como normal.

Que a estas alturas de la historia del “proceso de cambio” sea a través de mal fingidos arranques de patriotismo, honestidad y perspicacia que diriman sus pugnas internas los diversos clanes que se disputan a dentelladas los despojos de YPFB y sus subsidiarias, no es algo que deba sorprender. Lo raro sería que ante tantos millones de dólares disponibles, los representantes del gobierno “indígena originario campesino” actúen de otro modo.

Pero tan penoso como lo anterior es que los representantes de la oposición parlamentaria, entre quienes casualmente superabundan los expertos en temas hidrocarburíferos, se declaren tan sorprendidos como cualquier neófito ciudadano cada que sele un nuevo detalle de la tan aplaudida “nacionalización”. Lo que cabía esperar era que sean ellos los que fiscalicen el proceso, y no que se limiten a hacer alardes de mojigatería cada que se pone en evidencia la facilidad con que es burlada su vigilancia.

Así, pasado el nuevo “escandalete”, lo único real que quedará será una pandilla de ganadores, y otra de perdedores, en la disputa por el control de la planilla de sueldos de una de las empresas “nacionalizadas”.

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