domingo, 8 de noviembre de 2009

A 20 años de la caída del Muro de Berlín

Aunque el Muro de Berlín dejó de existir, los ladrillos con los que fue construido están todavía intactos y disponibles

El 9 de noviembre de noviembre de 1989, hace ya veinte años, la humanidad fue testigo de uno de los acontecimientos más notables de la historia. En muy pocas pero muy intensas horas, el pueblo alemán puso fin a más 72 años de un proceso que se inició con la revolución rusa de 1917.

Aún hoy, pese al tiempo transcurrido, no deja de sorprender y admirar la facilidad con que se desmoronó el muro de Berlín y con él un conjunto de regímenes dictatoriales que dominaban gran parte del mundo y hasta poco antes de ese día parecían inconmovibles. Lo que ocurrió en Berlín es algo que todavía no ha terminado de ser asimilado y corresponde a todos los pueblos del mundo –entre ellos el nuestro—asimilar las muchas lecciones que dejó.

Como lo relata uno de los más importantes testigos de esa jornada, en un artículo que se publica en esta misma página, una sola palabra sintetizó el espíritu que animó a quines ese día escribieron una de las más hermosas páginas de la historia del siglo XX. ============ “¡¡¡¡Freiheit, freihei, freihet!!!” ============= (“¡¡¡¡Libertad, libertad, libertad!!!!)” coreaban los millones de alemanes del Este que durante décadas habían vivido bajo un régimen de terror.

Fue tan contundente y elocuente la fuerza con que ese ideal produjo la caída de los regímenes comunistas europeos, como una fila de fichas de dominó, que una ola de optimismo se apoderó de quienes vieron en ese acontecimiento el triunfo final de la libertad sobre cualquier forma de tiranía.

Desgraciadamente, veinte años después, hay motivos para temer que esas esperanzas eran exageradas. Es que si bien la caída del muro de Berlín significó la recuperación de la libertad y la democracia para varios cientos de millones de personas, no fue suficiente para evitar que casi la mitad de la población mundial siga hoy viviendo bajo regímenes que niegan a sus pueblos las más elementales libertades.

Mil doscientos millones de chinos continúan sometidos a la dictadura del Partido Comunista que gobierna ese país. Otros tantos súbditos de países regidos por regímenes islámicos están en la misma condición. Las dictaduras de Cuba y Corea del Norte han logrado sobrevivir al colapso del estalinismo soviético y gran parte del continente africano está todavía en manos de déspotas como Robert Mugabe, en Zimbabwe, u Omar al Bashir en Sudán.

Pero aún más paradójico es que son muchos los pueblos del mundo, entre los que el nuestro ocupa un lugar destacado, que con todo entusiasmo se encaminan en el sentido opuesto del camino que se abrió en Berlín hace veinte años. La tentación totalitaria, que ve en regímenes como el de los hermanos Castro en Cuba un modelo digno de ser imitado, tiene aún muchos más seguidores de los que a la luz de la experiencia histórica cabría suponer y esperar.

Lo que está ocurriendo en Bolivia es un ejemplo de lo dicho. Muestra que aunque el Muro de Berlín dejó de existir, los ladrillos con los que fue construido están intactos y disponibles para quienes le tienen miedo a la libertad.

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