sábado, 7 de noviembre de 2009

La omisión de los grandes temas

Es tan absoluto el silencio sobre los temas más importantes para el futuro económico y político de nuestro país, que sólo se puede suponer que todos están muy conformes con la situación actual


Una de las características más notables del proceso electoral en curso es la absoluta y total omisión de los temas más importantes para el presente y el futuro de nuestro país, en la que incurren de manera coincidente todos los candidatos, sin ninguna excepción.

La política hidrocarburífera, la nueva Constitución Política del Estado y las muchas modificaciones que requiere de manera ineludible, las decenas de leyes que deberán ser discutidas en cuanto se instale la nueva Asamblea Legislativa Plurionacional son, entre muchos otros, algunos asuntos sobre los que la propuesta de quienes aspiran a gobernar o a ocupar un curul durante los próximos cinco años, es un verdadero misterio. Un misterio insondable, pues ni siquiera ofrecen alguna pista que permita deducir lo que se proponen hacer al respecto, sea como gobernantes o como opositores.

Entre los temas ausentes, probablemente ninguno es más llamativo que el relativo a los hidrocarburos. Aunque es por demás evidente que se trata de la piedra angular de la economía nacional, y que cuanto se haga o deje de hacer al respecto tendrá hondísimas consecuencias sobre nuestro futuro, los candidatos actúan como si el problema no existiera.

Que el gobierno ponga sus mejores empeños para evitar que el tema forme parte de la agenda informativa en estos días de proselitismo, es comprensible. No podía ser de otro modo, pues son tan catastróficos los resultados arrojados por la “nacionalización”, que cuanto menos se hable del asunto, mejor.

Muy grave sería para las expectativas electorales del oficialismo que en vez de centrarse en los quejidos victimistas inspirados por los problemas legales de los dos principales candidatos del Plan Progreso, las campañas giraran alrededor de los muchísimos puntos débiles del gobierno, entre los que se destaca el de la “nacionalización” y sus frutos.

Pero como no hay quién se ocupe de dar batalla ideológica o programática, el Ministro del área puede reconocer, por ejemplo, sin que nadie le preste atención, que la pérdida de mercados para el gas está obligando a las empresas productoras a dirigir sus mejores esfuerzos hacia la disminución de los volúmenes producidos. En pocos años Bolivia a pasado de ser el potencial centro energético continental a un rincón marginal; los países vecinos están haciendo grandes inversiones para poder prescindir totalmente de nuestro gas durante los próximos años, pero eso no parece merecer la atención de nadie.

Que el descenso de las exportaciones venga aparejado de la disminución de nuestra capacidad para producir hidrocarburos líquidos, lo que obliga a destinar cada vez más recursos a la importación de carburantes, resulta también asunto secundario ante las tribulaciones legales de algunos candidatos.

Similar es el caso de la nueva Constitución Política del Estado vigente. Son tantas las contradicciones que contiene, tantas las fallas reconocidas incluso por sus autores, que resulta inevitable que durante la próxima legislatura deba ser sometida a profundas modificaciones. Pero es también tan absoluto el silencio sobre este asunto, que sólo se puede suponer que todos están muy conformes con el texto actual y no tienen nada que objetar.

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