miércoles, 11 de noviembre de 2009

La preservación de la libertad prensa

En Bolivia, como otros países donde la batalla se libra a diario, se ha logrado preservar la libertad de expresión. No ha sido fácil, pero ha sido posible. Y ese no es un pequeño detalle


La Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que en su sesión de clausura realizada ayer en Buenos Aires, Argentina, aprobó los informes de editores de diarios sobre el estado de la libertad de prensa en el continente americano, ha vuelto a incluir a nuestro país entre los más afectados por actos gubernamentales tendientes a limitar la labor periodística.

Como se recordará, hace unas semanas fue Reporteros Sin Fronteras la institución que llegó a similares conclusiones. Nuestro país es identificado por todos los organismos observadores, como uno de los que da crecientes motivos de preocupación.

Según el balance de la SIP, Cuba, Honduras, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Argentina y Bolivia pueden ser clasificados en la misma categoría; la de países en los que la libertad de expresión está amenazada sea por actos promovidos por sus respectivos gobiernos, o por organizaciones criminales que se sienten afectadas por las investigaciones que intentan poner al descubierto sus actividades.

Aunque en términos generales no hay nada que objetar tal evaluación, es pertinente hacer algunas diferenciaciones para que los muy importantes matices no se diluyan en las vagas generalizaciones.

Hay que destacar, por ejemplo, que el caso de Cuba no es en nada parecido al de México. En ambos países el periodismo está sometido a gravísimas limitaciones, pero por razones y circunstancias muy distintas entre sí.

El caso boliviano, por su parte, dista mucho de cualquiera de los dos antes mencionados. Ni se ha llegado al extremo de censura y represión que ha hecho de Cuba uno de los países más represivos del mundo, ni la violencia criminal ha llegado al punto de hacer del periodismo una actividad de alto riesgo. Bolivia es, felizmente, un país en el que si bien las relaciones entre prensa y poder político son muy tensas, la libertad está siempre amenazada y el gobierno no disimula su animadversión contra el periodismo, está lejos de merecer ser comparado con Cuba o México.

No es el caso de Honduras, donde a partir del golpe de Estado del 28 de junio se han puesto en vigencia una serie de restricciones que por su gravedad son sólo comparables a las que ya son habituales bajo la dictadura cubana. Honduras es pues, con Cuba, uno de los dos países en los que la eliminación de la libertad de prensa es algo más que una amenaza; es una realidad.

Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina no pueden, por lo menos no aún, ser clasificados en esa categoría. Es que aunque en todos ellos son constantes las amenazas y las medidas coercitivas de distinta naturaleza, no han llegado al extremo clausurar medios o perseguir periodistas únicamente por motivos políticos o ideológicos. Y aunque es evidente que no es por falta de ganas que los gobernantes de esos países no adoptan medidas más radicales, como las adoptadas por Micheletti para acallar a la oposición, lo cierto es que no han llegado a tales extremos.

En estos países, en los que la batalla se libra a diario, se ha logrado preservar, aunque a veces precariamente, la libertad de expresión. No ha sido fácil, pero ha sido posible. Y ese no es un pequeño detalle.

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