lunes, 9 de noviembre de 2009

Las relaciones con Estados Unidos

Para el Gobierno queda una asignatura final de tipo protocolar y rango diplomático. Nos referimos al respeto con el cual un gobierno debe referirse a cualquiera de sus pares foráneos

Nadie puede negar que Estados Unidos asume una crucial importancia para cualquier país sudamericano, particularmente respecto a cuantos siguen entrampados en un subdesarrollo cuya superación urge aún encarar en el plano de la cooperación bilateral y multilateral. Como la potencia del norte tiene un ostensible peso en ambos espacios, países como el nuestro deben mantener con ella relaciones diplomáticas de total normalidad. Es lo que aconseja no sólo la racionalidad, sino también la más elemental prudencia. Bolivia, en los últimos años, estropeó sus vínculos con Estados Unidos por causas que de modo alguno son justificables. Cabe mencionar entre ellas una acentuada susceptibilidad, lindante con la paranoia, respecto a presuntas acciones intervencionistas de EEUU en los asuntos bolivianos. Se echó al embajador norteamericano de Bolivia, tras un cerco masista a la sede diplomática yanqui en La Paz. A esto se agregó la expulsión de la DEA, medida que le significó al país la pérdida de la cooperación económica y técnica en la lucha contra el narcotráfico. Finalmente, lo que fue más grave todavía: nos quedamos sin ese tratado de preferencias arancelarias sin el cual ciertas exportaciones bolivianas al mercado estadounidense pierden la necesaria competitividad.

Sin duda alguna que las negativas consecuencias de los hechos referidos, constituyen la razón por la cual el Gobierno boliviano se esfuerza hoy por recomponer sus relaciones con Washington. Acaso el fantasma de la desocupación en El Alto, donde muchas grandes, medianas y pequeñas empresas cerraron o redujeron al mínimo su producción, fue el que mayormente le indujo a reanudar lo andado y volver a la normalidad diplomática con la potencia del norte.

Un publicitado aunque no detallado ‘acuerdo marco’, esbozado en Washington entre representantes de la Casa Blanca y enviados especiales del Gobierno de Evo Morales, constituiría el tramo inicial hacia un pleno restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Es decir, a nivel de embajadores y no de encargados de negocios dedicados sólo a trámites y asuntos de rutina.

El ‘acuerdo marco’, naturalmente, tiene que estar referido al cumplimiento estricto no sólo de las reglas que a escala universal rigen las relaciones de los miembros de la comunidad internacional, sino a los compromisos establecidos por tratados vigentes en el mismo ámbito y a los de tipo bilateral. Entre estos últimos, con los Estados Unidos, cabe mencionar a algunos de cuya vigencia depende que EEUU y Bolivia se entiendan y restablezcan relaciones al nivel adecuado. Nos referimos al tema coca-cocaína. ¿Derivará el ‘acuerdo marco’ a una conciliación de criterios sobre éste y otros asuntos de la agenda bilateral? Aún no lo sabemos. Para el Gobierno queda una asignatura final de tipo protocolar y rango diplomático. Nos referimos al respeto con el cual un gobierno debe referirse a cualquiera de sus pares foráneos.

Nada de insultos, agravios, sindicaciones ligeras y de otros comportamientos que ofendan y predispongan a la contraparte. Este tipo de deslices, por parte del Gobierno boliviano, contribuyeron a agravar la crisis en las relaciones con el país del norte. Sería bueno que el actual régimen no vuelva a incurrir en ellas.

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