Lo ocurrido hace un año fue la reducción a su mínima expresión de un enfrentamiento que estuvo a punto de tener dimensión nacional
Hace un año, un día como hoy, el 11 de septiembre de 2008, se escribió una de las páginas más funestas de la historia contemporánea de nuestro país. Un año después no se ha aclarado plenamente cómo fue que se produjeron los luctuosos enfrentamientos de Porvenir, en Pando, ni quiénes fueron sus autores intelectuales. Pero el hecho es que independientemente de ello, lo que ocurrió ese día marcó un antes y un después de un proceso que a punto estuvo de desencadenar una feroz guerra civil.
Sobre el asunto hay todavía dos versiones mutuamente excluyentes, cada una defendida por los dos sectores que fueron protagonistas. Según el Gobierno, todo fue resultado de un plan de acción cuidadosamente planificado con el fin último de provocar su derrocamiento. Los grupos cívicos que se le enfrentaron, en cambio, coinciden en que hubo una fría preparación de la violencia pero la atribuyen a los estrategas políticos del oficialismo.
Como suele suceder en estos casos, cuya complejidad no admite explicaciones simplistas, la verdad no puede ser encontrada en las versiones de los involucrados. Son tantos los factores que confluyeron en el desencadenamiento de la violencia que resulta imposible atribuir toda la culpa a una de las partes y tampoco se puede exculpar a ninguna de ellas.
El año transcurrido no es suficiente para juzgar y evaluar cuanto ocurrió ese día desde una perspectiva histórica. Ver el lugar que lo ocurrido en Pando ocupa en esa larga cadena de causas y efectos que son los procesos políticos de largo alcance, como el actual, es algo que habrá que dejar para el futuro.
Por ahora, sólo se cabe recordar que Porvenir y el 11 de septiembre fueron sólo un lugar y un momento en el que se condensó un fenómeno político mucho más amplio en términos temporales y geográficos. Fue la reducción a su mínima expresión de un enfrentamiento que estuvo a punto de tener dimensión nacional, con todo lo que ello hubiese significado.
Lo importante, por ahora, es que, independientemente de los criterios relativos a la legalidad y la justicia, el 11 de septiembre selló el triunfo de una de las partes contendientes, —el Gobierno— y la derrota de la otra —la oposición cívica regional—. Fue tan fulminante el resultado que aún hoy, un año después, son notables sus secuelas.
Como ahora se puede constatar, fue enorme el desacierto de los dirigentes cívicos de los departamentos de la “Media Luna” que se dejaron llevar por las corrientes más radicales, las que sobrestimando sus fuerzas y subestimando las del Gobierno creyeron conveniente optar por la vía de la violencia y dar la espalda a la legalidad democrática. Como lo dijimos en este espacio editorial hace un año, tal decisión fue más que un crimen, un error de esos que en la política y en la guerra tienen un alto precio.
Quienes ahora tienen en sus manos la conducción de la oposición tienen pues la obligación de reflexionar sobre el aniversario que hoy se conmemora, pues desgraciadamente no son pocas las voces que desde sus propias filas insisten en retomar el camino que condujo a tan fatídica fecha.
¿Un Plan Cóndor chavista? (Stanislav Sousek Gumucio)
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