jueves, 3 de septiembre de 2009

Más agresiones contra periodistas

Las agresiones contra periodistas son uno más de los síntomas del permanente deterioro de valores básicos como el mutuo respeto y la tolerancia

Un amplio abanico de reacciones que va desde la más honda indignación a la absoluta indiferencia, pasando por cierta complacencia, han causado en diferentes sectores de la sociedad la andanada de insultos y expresiones de deseos que el alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández, dedicó a un grupo de periodistas y camarógrafos que cubrían una conferencia de prensa.
"Estos son traidores, los veo traicionando a todos, a los colegas que están a su lado. Ojalá algún día se mueran, y pronto nomás de muerte natural para que nadie quede con la culpa, y desaparezcan porque mucho perturban el ambiente. Acosadores del mundo, idos por favor!”, dijo en uno de sus frecuentes arranques de ira.
El asunto fue minimizado en unos casos, pues ya es habitual que el alcalde cruceño, cuya excentricidad es muy conocida, incurra en dislates que por lo frecuentes que son ya suelen ser objeto de burlas y rara vez tomados en serio.
Cierta complacencia poco o nada disimulada, en cambio, se pudo notar entre quienes comparten con el Sr. Fernández su poca simpatía hacia la labor periodística cuando ésta no se acomoda a sus expectativas. Muchos de los principales funcionarios del gobierno central, por ejemplo, deben haberse sentido muy identificados con la actitud del alcalde cruceño.
Diferentes grados de indignación, por su parte, mostraron representantes de los periodistas y de los medios de comunicación, lo que se justifica por los antecedentes que durante los últimos tiempos han llevado a extremos intolerables las relaciones entre quienes ejercen el poder y quienes informan y opinan sobre sus actos.
Llamar a “disciplinar” a los periodistas, o calificarlos como “traidores”, son ejemplos de una actitud que pone en un mismo plano a quienes más allá de sus diferencias políticas e ideológicas, tienen en común el mismo desprecio por la labor periodística. Ambos casos merecen el mismo rechazo, por lo que no es aceptable que se reaccione con tolerancia o indiferencia cuando las agresiones provienen de unos y con indignación y agresividad cuando los autores son otros.
Tampoco se trata de exagerar e incurrir en un exceso de susceptibilidad. Los periodistas que se sienten afectados por las agresiones verbales, así como las organizaciones que los representan, tendrán que definir el límite entre lo que es sólo un exabrupto y lo que por formar parte de un contexto de agresiones que tienden a subir de tono, contribuye a deteriorar el ambiente de libertad y respeto necesario para el pleno ejercicio de la labor periodística.
De cualquier modo, lo cierto es que las cada vez más frecuentes agresiones contra trabajadores de la comunicación son sólo uno más de los muchos síntomas como se manifiesta en nuestro país el permanente deterioro de valores básicos e imprescindibles para la convivencia civilizada como son el mutuo respeto y la tolerancia. Restablecerlos es pues una tarea que debe involucrar a todos.

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