miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un escenario electoral inmutable

Ya que el Plan Progreso se empeña en calcar lo que fue Podemos, pero sobre todo sus errores, no sorprende que se encamine a similar destino




Como suele ocurrir en vísperas de todo proceso electoral, en Bolivia se ha intensificado la elaboración, aunque no siempre difusión, de las encuestas que se proponen detectar las tendencias y prever los posibles resultados de las elecciones de diciembre.

La más reciente de ellas, la difundida ayer por Ipsos Apoyo, Opinión y Mercado, ratificó una vez más que en Bolivia está sólidamente consolidado un escenario electoral que puntos más, puntos menos, es descrito en términos similares por cuanta encuesta se hace. Cabe advertir, sin embargo, que la que hoy comentamos contiene una limitación muy importante, que consiste en que no abarca el área rural donde, como todos saben, hay un voto cautivo que al no ser tomado en cuenta sin duda distorsiona los resultados.

A pesar de ello, el primer dato relevante es que Evo Morales cuenta con una base electoral prácticamente inmutable. Todas las encuestas indican que se mantiene entre 50 y 60 por ciento del apoyo de la gente, mientras la oposición se mantiene, también estática, con la adhesión firme de un 30 por ciento del electorado, poco más o menos, sin importar quién la represente.

Son tan estables esos números, que resulta evidente que el Plan Progreso y su candidato, Manfred Reyes Villa, no han hecho más que heredar un caudal electoral que desde hace cinco años estuvo, está, y estará, sin importar el nombre del beneficiario, disponible. Es el caudal que antes pertenecía a Podemos. Un caudal que tiene en el “antimasismo” –o “antievismo” su principal, si no único factor cohesionador. No es un voto “a favor de”, sino en “contra de”.

Entre ambos polos compuestos por lo que se suele llamar “voto duro”, pues no es probable que cambie de destino, que sumados fluctúan entre 80 y 90 del electorado, hay sólo entre un 10 y 20 por ciento de gente que podría, según cómo se pinte el panorama, cambiar su intención. Es el único segmento que en realidad está siendo disputado durante la campaña electoral.

De momento, es ese porcentaje el que tiende a beneficiar a Samuel Doria Medina, en distintos porcentajes en todo el país y a René Joaquino en Potosí. Es el voto de quienes no se sienten identificados con ninguna de las principales fórmulas y hallan en los candidatos “de centro”, en el voto blanco, nulo o finalmente en la abstención, una forma de protestar.

Esos tres segmentos, con un margen muy pequeño de variación, están desde hace ya varios años muy sólidamente identificados con una opción política. No es pues probable que ninguna campaña, por intensa que sea, logre significativas modificaciones. Mucho menos si los principales protagonistas, pero sobre todo los de la oposición, pues el MAS, como los datos lo demuestran sabe bien qué y cómo hacer, insisten en ensayar las mismas fórmulas que ya se probaron inútiles cuando de modificar la distribución de adhesiones se trata.

El Plan Progreso, que desde su origen y por la forma en que encara el proceso electoral no hace nada más que calcar lo que fue e hizo su antecesor, Podemos, y sobre todo sus errores, no puede esperar mejores resultados si aplica los mismos métodos. Así, todo parece indicar que nos encaminamos a una reedición casi exacta de lo que fue el acto electoral de 2005. Con la diferencia de que ahora nadie podrá declararse sorprendido.

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