lunes, 21 de septiembre de 2009

El caótico transporte público

En medio del tira y afloja, el tiempo continúa pasando y, mientras el problema crece de manera desmedida, no existe una resuelta política para solucionarlo

Día que pasa, el tráfico de motorizados en nuestra ciudad se hace más inviable. El desmedido crecimiento del parque vehicular, alimentado durante varios años por la irrestricta internación -o contrabando, en la generalidad de los casos- de vehículos, no sólo que ha inundado la ciudad de la chatarra que es expulsada de otros países, sino que ha terminado sobredimensionando la oferta de transporte urbano.

Movilizarse en vehículo por el centro de la ciudad se ha convertido en una pérdida de tiempo. La evidente falta de educación vial de conductores y peatones ha dado rienda suelta a que los vehículos del transporte público (llámense micros, trufis o minibuses) interrumpan el tráfico de manera caprichosa y arbitraria y, para colmo de males, no hay autoridad que evite que las calles del denominado "casco viejo" sigan siendo utilizadas como escenario de protestas, desfiles, danzas y de cuanto alboroto público existe.

Pero, además, a ese panorama debemos añadir otros elementos que agravan la situación y la convierten en un riesgo para la seguridad y la salud públicas. Los niveles de contaminación ambiental y acústica se están incrementando de manera alarmante; el estado de los vehículos del transporte público no es sometido a una rigurosa revisión técnica.

Si hacemos un rápido recuento, las soluciones planteadas hasta el día de hoy por la Alcaldía han sido sistemáticamente bloqueadas por las organizaciones de chóferes que saben que sus intereses económicos se verán afectados cuando se intente poner orden al desorden. Toda propuesta de solución fue rechazada por un comité interinstitucional que, en su momento, estuvo integrado mayoritariamente por representantes de las organizaciones de transportistas.

Es que el problema de nuestra ciudad, como todas las demás de Bolivia, es tan sencillo de describir que no necesita diagnóstico alguno: hay que descongestionar de vehículos el centro citadino pero, como eso significa modificar las rutas que tan pingües ganancias les dan a los chóferes, ellos se opusieron y seguirán oponiéndose.

En medio del tira y afloja, el tiempo continúa pasando y, mientras el problema crece de manera desmedida, no existe hasta el momento una resuelta política para solucionarlo.

Como decía en la edición de ayer uno de nuestros columnistas, “los que se postularán como alcaldes o alcaldesas para las elecciones municipales de año 2010 deben planear una sana visión de futuro, y proponerse con prioridad la regulación de las normas que ordenamiento del tráfico vehicular en esta ciudad alborotada”. “Si a los concejales les queda algo de sangre en la cara, deberían asumir con rigor sus deberes y liberarnos de los sujetos que nos muestran los nabos, para plantarlos en nuestras espaldas”.

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