jueves, 1 de octubre de 2009

El empadronamiento biométrico

Las deficiencias que queden en el camino tendrán que ser objeto de atención ya no en función al 6 de diciembre, sino a un futuro menos condicionado por las urgencias inmediatas

Los informes que a diario emite el Órgano Electoral Plurinacional –nombre que no acaba de desplazar al de la Corte Nacional Electoral, como ocurre con muchos otros aspectos del “proceso de cambio”—son aparentemente de lo más halagüeños. Ya se ha superado el hito de los cuatro millones de empadronados y no es difícil suponer que durante los días que faltan para que se cumpla el plazo se empadrone medio millón más de personas.

Tales cifras han dejado, por lo menos por ahora, sin argumentos tanto al oficialismo como a la oposición. Al oficialismo, porque se ha desbaratado su afán de mantener vigente el viejo padrón. Y a la oposición, porque su artillería verbal basada en la acusación de que en el viejo padrón había cientos de miles de “fantasmas”, --hasta un 30 por ciento, decían— resulta insostenible.

Ambas partes basaron su estrategia propagandística en supuestos falsos. Los unos porque se ha demostrado que el padrón biométrico no excluye a nadie, y los segundos porque los datos del número de inscritos, y su distribución geográfica, ratifican las mismas tendencias que según ellos eran fruto de una aviesa manipulación.

Lo bueno de todo el descomunal esfuerzo que se está haciendo es que todos los que por una u otra razón quisieron deslegitimar la institucionalidad democrática quedaron sin pretextos para justificar sus respectivas limitaciones. Lo malo es que los problemas de fondo siguen y seguirán opacados por las siempre engañosas apariencias.

Es que como dijimos en más de una ocasión en este espacio editorial, las muchas irregularidades detectadas en el antiguo padrón más que a un expreso propósito de hacer fraude se debían a lo enormemente corrompido que está en Bolivia el sistema de identificación personal. Y eso es algo que trasciende con mucho el problema del padrón electoral. Tanto es así, que por sofisticada que sea la tecnología que se utilice no se habrá resuelto el problema de fondo.

Ahora, cuando está a punto de concluir la primera fase de la construcción del nuevo padrón, todo parecería indicar, siempre según las apariencias, que el sistema de registro biométrico ha sido suficiente para despejar las dudas. La conducta de la ciudadanía, que una vez más ha dado muestras de estar muy por encima de las élites que actúan en su nombre tanto desde el oficialismo como desde la oposición, ha sido, hasta ahora, la clave del éxito.

Hay que insistir, sin embargo, aún a riesgo de incurrir en un exceso de suspicacia, en que el meollo del asunto está aún por resolverse. Es que si las dudas sobre el antiguo padrón tenían algún fundamento, éstas sólo podrán ser despejadas cuando tras la etapa del empadronamiento, se ingrese a la de la depuración. Y es entonces cuando el sistema que tantas expectativas despertó pasará por su verdadera prueba.

Sea como fuere, lo cierto es que ya nadie tiene derecho a poner en tela de juicio el proceso electoral y los resultados que arroje. Las deficiencias que queden en el camino tendrán que ser objeto de atención ya no en función al 6 de diciembre, sino a un futuro menos condicionado por las urgencias inmediatas. Reconstruir el sistema de identificación nacional no es la menor de las tareas pendientes.

No hay comentarios: