Es importante resaltar que aunque en el país no exista ni la atención ni el interés en el desarrollo de los biocombustibles, la fuerza de la tendencia internacional podría llegar tarde o temprano al territorio nacional
La previsible crisis energética con el agotamiento de las reservas del petróleo en el mundo y el fenómeno del calentamiento global han encontrado en los combustibles de origen vegetal, una probable solución futura a ambos problemas.
La propuesta sigue actualmente en el centro del debate político, puesto que sus alcances están aún en proceso de análisis en el campo científico. Entre sus detractores, se argumenta de principio que la producción de biocombustibles afectaría irremediablemente la frágil seguridad alimentaria de las naciones subdesarrolladas, puesto que éstas serían por sus climas tropicales las principales productoras de materia prima como el maíz, la soya, la colza o la caña de azúcar, básicas para la producción del biodiesel y el etanol.
En esta línea, se prevé que la producción agrícola dedicada a la alimentación podría pasar a un segundo plano, ante el peso económico que tendría con seguridad el área energética.
Se argumenta también que al convertirse la producción agrícola en un negocio energético de alcance planetario, la necesidad de más tierras para una demanda gigante de materias vegetales ampliaría la frontera agrícola en desmedro de las selvas tropicales, cuyo aporte en la captura del dióxido de carbono —el gas del calentamiento global—, es determinante y fundamental.
Para algunos especialistas, menos masas boscosas representan en los hechos claudicar en la lucha contra el fenómeno del calentamiento global, cuyas consecuencias directas son las alteraciones climáticas que durante los últimos años han comenzado a provocar catástrofes naturales y poner en riesgo la vida de miles de especies animales y vegetales.
Entre quienes ven con optimismo la llegada de los biocombustibles, se afirma que su producción evitaría una mayor contaminación atmosférica por la emisión de gases, además de representar oportunidades de desarrollo para miles de productores rurales.
Sin duda que el debate continuará hasta que se tengan conclusiones científicas que demuestren el impacto medioambiental, social y económico de los combustibles en el mundo.Entre tanto, el Gobierno Nacional antes de seguir la ruta tradicional de apostar por los combustibles fósiles, debería impulsar a través de instituciones especializadas la adquisición de un conocimiento preciso y real de las consecuencias que tendría para Bolivia, la introducción de un sistema de producción agroindustrial orientado a satisfacer la demanda de biocombustibles.
Sin duda que el tema seguirá generando una serie de debates, pero ante todo es importante resaltar que aunque en el país no exista ni la atención ni el interés en el desarrollo de los biocombustibles, la fuerza de la tendencia internacional podría llegar tarde o temprano al territorio nacional.
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