Según la lógica gubernamental, es deber de los bolivianos hacer concesiones al régimen chileno para evitar un triunfo de la oposición
Durante las últimas semanas, desde que se supo que el gobierno del MAS estaba dispuesto a recurrir a todos los medios a su alcance para firmar un acuerdo con Chile mediante el que se dé por zanjado, por lo menos provisionalmente, el litigio por el uso de las aguas del manantial Silala, quedó abierta una pregunta cuya respuesta no parece fácil hallar. ¿Qué se esconde tras tan inusual empeño?
Al buscar una respuesta a tal interrogante, decíamos hace unos días en ese espacio que no es posible hallarla si sólo se recurre “a los elementos de juicio disponibles”. “Sólo cabe suponer que la única explicación posible se encuentra en los documentos secretos suscritos con el gobierno de Michelle Bachellet”, agregábamos.
Pero los términos de tales acuerdos no habían sido, como creíamos, la única explicación para la desembozada pusilanimidad que caracteriza la manera como nuestra cancillería se relaciona con el país vecino. Había habido una razón mucho más simple pero no por eso menos importante. La expuso el presidente Evo Morales durante la presentación del libro del viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales.
Se trata, según Morales, de la obligación que tiene su gobierno, y con él los “movimientos sociales” que lo apoyan, de evitar que la “derecha fascista” gane las elecciones que se realizarán en Chile el 13 de diciembre próximo. Desde su punto de vista, es obligación de los bolivianos identificados con el “proceso de cambio” ayudar al gobierno de Michelle Bachellet para evitar que eso ocurra.
Si ese el razonamiento que guía la política exterior de nuestro país, resulta un poco más fácil comprender la condescendencia gubernamental. Según esa lógica, insistir en el tema marítimo o defender los intereses nacionales en el caso Silala, por ejemplo, sería dar argumentos a la oposición chilena y por consiguiente, hacerse cómplices de ella. Lo que corresponde, pues, es hacer cuanta concesión haga falta para que la coalición oficialista pueda mostrar a sus potenciales electores un triunfo diplomático, aunque sea a costa de la causa boliviana.
Una muestra de tan peculiar manera de razonar ya la dio Morales cuando, tras la goleada que propinó el equipo boliviano a la selección argentina en un partido por las eliminatorias, declaró que hubiera preferido un triunfo argentino para no dar motivos de reclamo por la altura de La Paz. Ahora, con la misma lógica, propone entregar el Silala y archivar la causa marítima para no dar motivos de reclamo a la “derecha pinochetista”.
Es tan insólito tal modo de conducir la política exterior, que podría suponerse que se trata sólo de un exabrupto o un simple malentendido. Pero en éste como en otros casos, lamentablemente, Morales da motivos para no dudar de la seriedad de sus palabras.
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