Sólo con muy mala fe se pueden soslayar los estragos que el circuito coca – cocaína causa en la salud de la “Madre Tierra”
Mucho entusiasmo y alegría entre sus seguidores, como sorpresa, confusión y disconformidad entre sus detractores, ha causado la decisión del presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el nicaragüense Miguel D’Escoto, de otorgar al presidente Evo Morales una medalla y un pergamino, mediante los cuales será declarado como defensor mundial de la “Madre Tierra”.
Esa distinción, según D’Escoto, se justifica por “la firme postura del jefe de Estado boliviano en defensa del medio ambiente y la “Madre Tierra” (Pachamama), con propuestas concretas que ha presentado en varios foros internacionales”.
No hace falta mucha erudición para poner en evidencia cuán falaz es esa apreciación. Es que pocas actividades son más incompatibles con la preservación de la salud de la “Madre Tierra” que las que realizan los productores de coca, cuyo máximo dirigente es precisamente Evo Morales.
Ese sólo hecho tendría que ser suficiente para descalificar el rol que se le pretende atribuir al principal líder de los cocaleros, pues como lo confirma una infinidad de estudios sobre el tema, la producción de coca y su transformación en cocaína está haciendo estragos en la “Pachamama”.
Es bien sabido, por ejemplo, que los cultivos de coca son incompatibles con la preservación de los suelos del subtrópico cochabambino, lo que está dando lugar a una acelerada desforestación y aniquilamiento de la capa fértil de la tierra. La constante expansión de los cultivos está destruyendo reservas ecológicas, invadiendo todos los parques naturales. Y muchísimo peor es el paso siguiente, el que viene después de la cosecha de las hojas de coca, que consiste en su mezcla con letales sustancias químicas para elaborar la pasta base de cocaína.
Todo ese proceso, que ya no se desarrolla sólo en las zonas de cultivo, sino a lo largo y ancho del territorio nacional, valles y altiplano incluidos, está haciendo estragos en la tierra, el agua y especies animales. La cadena destructora de los ecosistemas que se inicia con los cultivos de coca es de tal magnitud que sólo con muy mala fe puede ser soslayada por quienes con tanta hipocresía hablan de la “Madre Tierra”.
Como si eso fuera poco, Morales ha desafiado franca y abiertamente a todas las organizaciones defensoras del medio ambiente en nuestro país al insistir en la exploración hidrocarburífera en el norte paceño, una región que por la fragilidad de su ecosistema es una de las que más protección requiere. Es probable que haya argumentos para respaldar tal pragmatismo, pero es seguro que la defensa de la “Pachamama” no es, ni mucho menos, uno de ellos.
Con esos antecedentes, tan cuestionable como la distinción que trae D’Escoto es el silencio de las muchas organizaciones que a pesar de que actúan en nombre de la defensa del medio ambiente en los hechos son cómplices de su destrucción.
¿Un Plan Cóndor chavista? (Stanislav Sousek Gumucio)
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