Al paso que vamos, pronto habrá que “exigir” a Brasil que el gasoducto se transforme en poliducto para importar biocombustibles
Si hubiera que recurrir a una sola frase que de manera breve pero sustanciosa describa la magnitud del fracaso de la política hidrocarburífera del gobierno de Evo Morales, y los estropicios causados por la “nacionalización”, ninguna mejor que la empleada por el presidente de YPFB para anunciar cuál será la principal solicitud que se hará al presidente brasileño cuando visite nuestro país el próximo fin de semana. “Se pedirá la revisión del contrato de exportación de gas a Brasil para bajar los volúmenes comprometidos”.
“Ante confesión de partes, relevo de pruebas”, habrá que decir, pues el hecho de que después de más de treinta años durante los que la apertura, primero, y ampliación después, del mercado brasileño para el gas boliviano fue uno de los pocos objetivos compartidos por cuanto gobierno se sucedió en la administración de nuestro país, el régimen del MAS ha logrado lo que hasta hace poco parecía imposible. Ha logrado dar un enorme salto atrás y ahora ruega para que Brasil disminuya su demanda.
El asunto, de por sí alarmante, lo es mucho más si se considera el contexto en que se produce. Es que si hay alguien interesado en deshacerse de sus compromisos con Bolivia, es precisamente Brasil. Como lo dijo en marzo pasado el presidente Lula da Silva, “no quiere depender del humor de nadie para comprar gas”, en clara alusión a Evo Morales.
Fue precisamente para “no depender del humor de nadie”, que Petrobras decidió, después de la “nacionalización”, desviar los miles de millones de dólares que tenía previsto invertir en nuestro país hacia proyectos alternativos que liberen al Brasil de los compromisos contraídos.
Le dieron tan buenos resultados esas inversiones, que ahora el problema de Brasil consiste en la sobreoferta de gas y no sabe qué hacer con el que se comprometió a comprar a Bolivia. Por eso, nada le caería mejor que desligarse de su compromiso de “take or pay”, lo que significa que aunque no compre los volúmenes contratados, igual debe pagar por ellos. Que los burócratas de YPFB sean incapaces de hacer los cobros, es otra cosa.
Sería lógico, por ello, que sean los representantes de Brasil quienes tomen la iniciativa de renegociar el contrato. Pero no… para esto está el presidente de YPFB quien, además de que no se ruboriza al informar sobre la “demanda” boliviana, lo hace como si de una gran conquista para los intereses nacionales se tratara.
Al paso que vamos, nadie deberá sorprenderse si dentro de poco nos informan que el gobierno boliviano “exigirá” a Brasil que el gasoducto sea transformado en poliducto para importar biocombustibles brasileños y así paliar la escasez de energéticos en nuestro mercado interno. ¿Y con qué se llenará el vacío que va dejando la debacle del sector hidrocarburífero? Ya más de uno está pensando en el litio.
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