jueves, 16 de abril de 2009

El miedo, instrumento del poder

Evitar que el miedo se convierta en el principal aliado de las pulsiones totalitarias de quienes gobiernan es un deber de todos

Los diferentes regímenes políticos, según cuál sea su naturaleza, se erigen sobre pilares también diferentes. La libertad, la independencia de poderes, la igualdad de la ciudadanía son algunos de los que sostienen a los regímenes republicanos. Los totalitarios, en cambio, requieren otros fundamentos. Entre ellos, hay uno principal: el miedo.

El miedo, cuando es inculcado a la sociedad desde las más altas esferas del poder, se constituye en un formidable instrumento de dominación política y control social. Cuando es hábilmente empleado, resulta más efectivo que cualquier instrumento legal.

Eso es algo que saben bien los arquitectos de regímenes totalitarios. Por eso recurren a las amenazas, a los ataques, al acoso y a la persecución de sus oponentes. Atemorizar a quienes los incomodan es un método fácil, barato y muy efectivo para alcanzar sus objetivos, pues impulsa a sus víctimas a actuar de determinada manera para librarse de la amenaza y la ansiedad que ésta produce.

Quien logra infundir miedo se apropia de por lo menos una parte de la voluntad de sus oponentes. Y logra así algo que muy difícilmente conseguiría por otros medios: la autocensura, la pasividad, la sumisión.

Los regímenes totalitarios, los que aspiran a obtener y conservar el poder total, se sostienen sobre tres pilares fundamentales: la capacidad de que lo ejerce de distribuir premios a sus súbditos leales, castigos a quienes no lo son, y modificar las creencias, sentimientos y valores de unos y otros.

Lo que está pasando en Bolivia tiene mucho que ver con esa manera de ejercer el poder. La generosidad con que se distribuyen prebendas, cargos públicos, contratos para proveer bienes y servicios al Estado, es un ejemplo. Otro, es el caso de la expropiación de la vivienda de Víctor Hugo Cárdenas y actos similares de los que fueron víctimas otros líderes menos conocidos en el altiplano paceño.

Otro caso igualmente elocuente es el de un comunicador social de El Alto quien fue conminado a renunciar a su labor periodística por no ser ésta del agrado de los dirigentes de los “movimientos sociales”. Al principio se resistió, pero ante el miedo ocasionado por las amenazas hechas ya no sólo contra él sino contra su familia, terminó cediendo. No es un caso excepcional; hay muchos otros que pasan desapercibidos.

Las amenazas que durante los últimos días han recibido periodistas de La Prensa y el atentado terrorista en la vivienda del Cardenal Julio Terrazas, son otros ejemplos de un método de acción política ante el que no hay ley que valga. Identificar el peligro y solidarizarse con las víctimas es pues tarea urgente para evitar que el miedo se convierta en el principal aliado de las pulsiones totalitarias de quienes gobiernan.

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