viernes, 10 de abril de 2009

La democracia en su hora crucial

Por muchas razones, el MAS se enfrenta, por primera vez, a la inminente posibilidad de sufrir una derrota política

Cuando hace un par de semanas la élite burocrática que se apropió del Movimiento al Socialismo se reunió con los dirigentes de “movimientos sociales” que todavía le son fieles para definir el plan de acción de lo que suponían sería el tiro de gracia a la institucionalidad democrática, lo hicieron seguros de que la última batalla congresal la ganarían con tanta facilidad como las anteriores. “Ha llegado el momento de las definiciones”, sentenció Evo Morales, muy convencido de que así sería.

Hubo, sin embargo, algo que salió de sus cálculos. No tomaron en cuenta dos factores que durante las últimas semanas modificaron sustancialmente la correlación de fuerzas.

Uno de de ellos fue el surgimiento, por primera vez en los últimos tres años, de una oposición con un mínimo de ideas claras, libre de las ingenuidades que a tantos errores condujeron. Esta vez hubo una oposición con objetivos precisos, los que fueron definidos en Santa Cruz. Ese hecho fue suficiente para poner un límite no sólo a los planes del oficialismo sino, lo que en la práctica resulta más importante, a la hasta ahora tan condescendiente oposición parlamentaria.

Un segundo factor fue que también por primera vez se hizo evidente la ruptura de la monolítica unidad del MAS y sus aliados. Cuando Morales trazó una línea y conminó a sus seguidores a que la crucen sin titubeos, no recibió la respuesta que esperaba. Algunos de sus adherentes se negaron a hacerse cómplices de la destrucción de la democracia y otros a seguir siendo utilizados como objetos de manipulación.

Los “movimientos sociales”, hasta hace poco tan dóciles, dieron las primeras muestras de rebeldía. El rotundo fracaso de los intentos hechos para cercar al Parlamento, la disidencia de la Cidob, las pugnas internas en Conamaq y la Csutcb, y la presión de la opinión pública, privaron al oficialismo de lo que hasta ahora fue su principal método de coerción.

A todo lo anterior se debe sumar un cambio de actitud de organismos internacionales y gobiernos cuya tolerancia fue rebasada por las ya groseras arbitrariedades del MAS, las mismas con las que hasta hace poco fueron tan condescendientes. Es que al oficialismo se le fue la mano y el victimismo que tantos réditos le dio ya no alcanza para conmover a incautos. Ya no se ve en el exterior a Evo Morales como al pobre “indígena” incomprendido, sino como a un peligroso constructor de un régimen autocrático.

En ese contexto, el Gobierno se enfrenta, por primera vez, a la inminente posibilidad de sufrir una derrota política. Es de esperar que ahora sí se le ponga un límite a la impostura, y que no sea en nombre de la democracia que se terminen de sentar las bases de un régimen totalitario.

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