martes, 14 de abril de 2009

La Cumbre de las Américas

Pueden ser las circunstancias adversas las que más contribuyan a reforzar las normas básicas de convivencia entre los países

El próximo viernes 17, en Puerto España, Trinidad y Tobago, se inaugurará la V Cumbre de los Jefes de Estado y de Gobierno de las Américas. Por muchas razones, entre las que se destaca la reconfiguración del escenario económico y político del mundo a raíz de la crisis económica global, será un encuentro que marque una nueva etapa en las relaciones interamericanas.

La presencia de Barack Obama, quien ha dado ya un importante giro a la política exterior estadounidense, es uno de los factores que permite esperar que en esta reunión se sienten las bases de un entendimiento que facilite la adopción de planes de acción conjuntos para afrontar los enormes retos que les esperan a los países americanos durante los próximos años.

El nuevo enfoque tendrá como punto de partida el nuevo rol que está obligado a asumir Estados Unidos. A diferencia de años anteriores, el país más rico de las Américas ya no está en condiciones de asumir un papel tutelar. Está obligado, desde una posición más débil, a conquistar adhesiones a sus políticas pues ya no puede intentar imponerlas de manera unilateral.

Una de las características del encuentro será que los temas que originalmente fueron incluidos en la agenda, como el alto precio de los alimentos y la energía, la sostenibilidad ambiental y el calentamiento global, la seguridad ciudadana y la gobernabilidad, pasarán a un segundo plano opacados por la urgencia de contrarrestar la crisis económica global y sus efectos.

El peligro de que durante los próximos años se reviertan los avances logrados gracias a la bonanza generalizada de los mercados de materias primas y al fortalecimiento del sector exportador de artículos manufacturados, es algo que preocupa a todos. Y no sólo por razones estrictamente económicas, sino porque se teme que tras ellas se produzcan graves secuelas sociales y políticas. Ese peligro que acecha a todos por igual, más allá de las divergencias ideológicas que separan a unos regímenes de otros, facilitará sin duda la moderación de los discursos más radicales, como el del venezolano Chávez.

Al haberse llegado a un punto en el que la suerte de unos está más que nunca relacionada con la de otros, se amplía el espacio de los interese comunes y se atenúa el de las diferencias. El caso de Venezuela es el mejor ejemplo, pues ya se ha visto que el futuro político de su gobierno depende de la salud de la economía global, lo que abre la posibilidad de que la necesidad obligue al mandatario venezolano a moderar sus ínfulas revolucionarias.

Así, paradójicamente, pueden ser las circunstancias adversas las que más contribuyan a crear condiciones favorables retomar, con renovado vigor, las normas básicas de convivencia entre los países, como las establecidas Carta Democrática Interamericana.

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