miércoles, 15 de abril de 2009

El primer retroceso del MAS

La nueva etapa de la que se ha inaugurado, pondrá a prueba la habilidad de los protagonistas de la actividad política

Después de varios días durante los que tuvieron a todo el país en ascuas esperando los resultados de sus negociaciones, las fuerzas del oficialismo y de la oposición lograron por fin un acuerdo para conjurar, una vez más, un nuevo episodio de la crisis política en que está sumida Bolivia desde hace ya muchos años.

Los acuerdos alcanzados, aunque no satisfacen plenamente las expectativas de las partes en conflicto, tienen la virtud de haber impedido que se produzca la destrucción de la institucionalidad democrática. No se consumaron las amenazas hechas contra la vigencia del Poder Legislativo y eso permite mantener el escenario democrático como el único válido para dirimir las disputas.

El balance final de la batalla parlamentaria recién librada pude por eso ser calificado como positivo. Las fuerzas radicales de ambos polos, las que hubieran preferido llevar la confrontación a otros escenarios en los que las acciones de hecho ocupen el lugar de las votaciones han sido derrotadas, y ese es, en sí mismo, un buen resultado.

Como no podía ser de otro modo, ambas partes tuvieron que hacer algunas concesiones. Lo que hace la diferencia es que en esta oportunidad, por primera vez en mucho tiempo, fue el oficialismo el que más lejos quedó de sus aspiraciones iniciales.

La oposición logró dos de sus objetivos principales: el nuevo empadronamiento e impedir que las circunscripciones especiales “indígena originario campesinas” se consoliden como enclaves bajo el control monopólico del Movimiento al Socialismo. A partir de ahora, ya sin poder esgrimir las dudas que pesaban sobre el padrón electoral, no tendrá pretextos para justificar sus sucesivas derrotas en las urnas.

El resultado obtenido por el oficialismo, en cambio, puede ser considerado como su primera gran derrota. No logró ninguno de los principales objetivos que se propuso alcanzar. Se fijó metas excesivamente ambiciosas, muy superiores a sus actuales fuerzas, por lo que tuvo que buscar una salida más o menos decorosa.

A partir de ahora, tanto unos como otros tendrán que concentrar todas sus fuerzas y energías en la disputa democrática. Al MAS le espera una muy ardua tarea para recomponer sus filas y atenuar la frustración que la derrota ocasionó entre gruesos sectores de sus adherentes. A las fuerzas de la oposición, por su parte, lo que ahora les corresponde es desarrollar un plan de acción que le permita llegar a diciembre con alguna posibilidad de éxito.

Se ha cerrado así un capítulo y se ha abierto otro cuyo punto culminante serán las elecciones de diciembre. El desenlace de la nueva etapa que se ha inaugurado depende ahora sólo de la habilidad con que actúen los protagonistas de la actividad política.

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