sábado, 30 de mayo de 2009

De retorno hacia la monoproducción

El debilitamiento del sector no tradicional de nuestra economía es una de las más funestas consecuencias de la política económica actual




Un análisis del Centro Boliviano de Economía (Cebec) recientemente difundido, dependiente de la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, (Cainco), llama la atención sobre una de las más deplorables consecuencias de la manera como durante los últimos años viene siendo administrada la actividad económica de nuestro país. Se trata de la vertiginosa caída de las exportaciones de productos no tradicionales.

Según indica el estudio basado en cifras oficiales, durante el primer cuatrimestre del presente año la reducción de las exportaciones en términos absolutos llegó a 630,1 millones de dólares. La caída afectó tanto a los productos tradicionales, especialmente el gas destinado a Brasil y los minerales exportados a Corea del Sur, Estados Unidos y algunos países europeos, como a los no tradicionales.

Sobre el primer aspecto del problema ya es mucho lo que se ha dicho. Se trata de algo directamente relacionado con la debacle del sector hidrocarburífero, asunto que ya ha sido ampliamente analizado por expertos en la materia.

Es en cambio relativamente poco lo que se ha reflexionado sobre la continua caída de las exportaciones de productos no tradicionales, pese a lo mucho que este dato significa no sólo en términos cuantitativos sino sobre todo cualitativos. Es que tras las cifras, lo que hay es un fenómeno que dice mucho sobre la magnitud del daño que se está haciendo a la base productiva de nuestra sociedad.

El hecho de que las exportaciones de productos no tradicionales se haya contraído en 33 por ciento es algo que indica cuán rápidamente estamos retrocediendo en el camino que tendría que conducirnos a dejar de ser un país tan dependiente como hasta ahora de la exportación de materias primas.

Si algo se hizo bien durante las últimas décadas, fue precisamente crear las condiciones para que productos como la soya y sus derivados, el girasol y otros productos de la agroindustria, así como productos manufacturados, vayan paulatinamente modificando la matriz productiva de nuestro país.

Más allá de las frías cifras, ese proceso se reflejó en el ensanchamiento de una base productiva cuya capacidad de generar fuentes de trabajo es mucho mayor que la que tienen los rubros tradicionales. Y como ya está ampliamente demostrado, esa es la única vía por la que un país puede avanzar en el camino que conduce a la reducción de la pobreza.

El debilitamiento del sector no tradicional de nuestra economía no ha sido, desgraciadamente, ocasionado sólo por las adversas circunstancias externas. Ha sido, más bien, resultado de una política cuyo principal objetivo era, y sigue siendo, minar las bases de sustentación de un sector que desde el punto de vista gubernamental es el principal baluarte de la oposición al régimen actual: el empresariado agroindustrial del oriente boliviano.

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