domingo, 3 de mayo de 2009

A revitalizar la democracia

Quienes pretenden asumir el rol de una oposición democrática deben abandonar el victimismo y asumir el rol activo que les corresponde


En medio de la vorágine de noticias a cuál más desalentadora que ha acaparado la atención de la opinión pública de nuestro país durante las últimas semanas, impidiendo que se preste la debida atención a temas tan importantes como el proceso que debe conducir a las elecciones generales de diciembre próximo, durante las últimas horas ha habido dos que merecen ser destacadas. Ambas, felizmente, están relacionadas con la revitalización de la institucionalidad democrática.

Una de ellas, es la relativa a la decisión de José Luis Exeni de dar un paso al costado y renunciar a su condición de representante presidencial ante la Corte Nacional Electoral. La segunda, es el nombramiento, para remplazarlo, de Roxana Ibarnegaray.

La primera es una buena noticia porque Exeni se convirtió en un incordio, un motivo de malestar, un obstáculo para la buena marcha del proceso, un factor que privaba al Órgano Electoral de la transparencia y confianza imprescindible para que el escenario democrático vuelva a ser el más idóneo para que las pugnas políticas se canalicen por la vía pacífica y legal.

El correlato de tal renuncia, el nombramiento de quien ocupará su lugar, es también una noticia alentadora pues la persona nombrada reúne las condiciones necesarias para devolver la credibilidad a una institución tan importante para la salud de la democracia. Por su experiencia y sus antecedentes personales, Ibarnegaray no da motivos a ningún tipo de susceptibilidad.

Tan importantes pasos, sin embargo, no son suficientes. Hace falta, ahora, que el Congreso Nacional cumpla sin más dilaciones la tarea que le corresponde. Debe cubrir las vocalías que desde hace ya tanto tiempo están vacantes. Para ello, es necesario que los parlamentarios, tanto los del oficialismo como los de la oposición, renuncien a la tentación de acomodar en esos cargos a gente que se subordine a sus respectivos intereses.

Pero además, y lo más importante, es que las organizaciones políticas, partidos y agrupaciones habilitadas legalmente para participar en las lides democráticas, abandonen el rol de simples espectadores y asuman el papel protagónico que la ley les asigna. Sobre ellos pesa, en gran medida, la responsabilidad de que el proceso de empadronamiento biométrico se realice sin sombras de duda.

Quienes pretenden asumir el rol de una oposición democrática, deben, de una vez, abandonar el victimismo; esa actitud pasiva que se limita a las quejas y los lamentos. Tienen, más que el derecho, la obligación de participar activamente en el proceso pre electoral y organizarse de modo que en diciembre próximo no haya mesa electoral sin delegados que garanticen el respeto del voto de la ciudadanía. Ya no tienen pretexto para eludir tan importante misión.

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