domingo, 10 de mayo de 2009

Nosotros somos los que algo hicimos mal

Es importante que reconozcamos que “Algo hicimos mal”. Y más importante aún, que seguimos haciéndolo mal y no es culpa de “ellos”


Hace algo más de dos semanas, cuando en Puerto Príncipe se celebró la Cumbre de las Américas, se produjo una muy elocuente confrontación de ideas. Los discursos de Daniel Ortega y Barack Obama fueron destacados como los más representativos de dos maneras muy diferentes de encarar el asunto.

Días después se conoció uno que no fue público hasta que su versión impresa fue ampliamente difundida y comentada. Fue el de Oscar Arias, quien encabezó su breve pero sustanciosa disertación con el título “Algo hicimos mal”, cuya versión completa se reproduce en esta página.

El mensaje, cuyas ideas sencillas son portadoras de enormes verdades, fue acogido con mucho entusiasmo por quienes critican y se oponen a la ola de populismo de izquierda que avanza por nuestro continente. Un ejemplo de ello es el comentario de Andrés Oppenheimer titulado “La mejor respuesta a los populistas” publicado en este diario el pasado jueves.

Como él, muchos creyeron ver en el discurso de Arias un argumento contra los regímenes de Chávez, Ortega, Correa y Morales, lo que tiene algo de verdad. Sin embargo, esa es una interpretación incompleta pues resulta evidente que la palabra “hicimos”, y la responsabilidad propia a la que el autor se refiere en primera persona del plural involucra también, y sobre todo, a las élites políticas, económicas y sociales que durante los últimos dos siglos tuvieron a su cargo la conducción de nuestros países.

Tanto es así que el vigor del populismo de izquierda al que ahora se atribuyen todos los males –con la misma actitud victimista que critica Arias-- no es causa sino consecuencia de esa “culpa nuestra” reflejada en décadas de malos gobiernos avalados por la tolerancia colectiva.

Ese “nosotros” al que se refiere el autor de “Algo hicimos mal” no se refiere, o por lo menos no sólo, a “ellos”, los populistas de hoy y siempre. Pretender que no abarca a las élites tradicionales de nuestros países, a empresarios, políticos, intelectuales, es incurrir en el mismo error. Es recurrir al cómodo discurso autoexculpador, al victimismo, al rechazo a la autocrítica.

Y si se busca un buen ejemplo de lo dicho, lo tenemos en Bolivia, donde el espíritu autocrítico de quienes tuvieron en sus manos la conducción de los destinos colectivos brilla por su ausencia y abunda, en cambio, el afán de buscar a quién echar la culpa de los fracasos del pasado, del presente y, lo que es peor, del futuro. La actitud de las diversas corrientes de la oposición, muy buenas para los quejidos lastimeros pero incapaces de asumir sus desaciertos, lo dice todo.

Hay pues que reconocer que “Nosotros algo hicimos mal”. Y más importante aún, que seguimos haciéndolo mal. Asumir que el “nosotros” nos incluye, y es más importante que el “ellos”, es el primer paso.

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