viernes, 15 de mayo de 2009

¿Dónde está la oposición democrática?

Si no se produce una muy vigorosa reacción de las múltiples fracciones en que está dividida la oposición, no es difícil prever lo que nos depara el futuro


Cuando son sólo seis los meses que nos separan de la fecha fijada para la realización de las próximas elecciones generales, y cuando el tiempo ya corre aceleradamente en contra del proceso, las sombras de duda sobre la posibilidad de que la tan urgente revitalización de la institucionalidad democrática se produzca, no hacen más que crecer.

Los factores que atentan contra una visión optimista del futuro de la democracia boliviana son muchos. Entre ellos, el más alarmante es la evidente negligencia con que actúan quienes tendrían que ser los principales protagonistas del proceso: los partidos políticos.

De todos los que están legalmente habilitados para participar hay sólo uno, y nada más que uno, que se ha involucrado y se prepara para asumir el reto. Es el Movimiento al Socialismo. Los demás, que en realidad son sólo siglas vacías, observan desde afuera como si el asunto no les incumbiera.

Tan enorme es el vacío que dejan, que algo tan importante como empadronamiento biométrico de los electores no tiene quién lo acompañe y supervise. Ninguno de los partidos o agrupaciones de oposición ha nombrado a sus delegados. Los tres vocales del Órgano Electoral han quedado solos y sobre sus espaldas pesa una tarea cuya magnitud es, sin duda, muy superior a sus fuerzas.

Mientras tanto, el partido oficialista continúa su avance aliviado por la falta de algún oponente digno de consideración. Sus bases ya están siendo capacitadas para participar en el empadronamiento, sus líderes intermedios ya están movilizados, ya está en marcha su campaña electoral. Y la encara sobre muy sólidas bases, como lo confirman todas las encuestas de opinión.

Según la más recientemente difundida, el MAS ingresa la carrera con una ventaja abrumadora. Los resultados indican que si las elecciones se hubieran realizado en abril pasado, 41 por ciento de los electores de las nueve ciudades capitales, más El Alto, habrían votado por los candidatos oficialistas. Ninguno de los potenciales candidatos de la oposición, en cambio, llega al 10 por ciento de las intenciones de voto. Si se considera que tales sondeos no abarcan las áreas rurales del país, donde el MAS tiene un apoyo proporcionalmente mucho mayor, se tiene un cuadro completo de la realidad política actual.

En tales circunstancias, al paso que vamos y si no se produce una muy vigorosa reacción de las múltiples fracciones en que está dividida la oposición, no es difícil prever lo que nos depara el futuro. Y si la tendencia actual se mantiene, nadie podrá esgrimir ningún pretexto para justificar su fracaso. La falta de participación en el proceso priva a la oposición de la autoridad moral que haría falta si luego alguien quiere cuestionar los resultados que arroje.

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