lunes, 5 de octubre de 2009

Campañas en marcha

Las cartas están echadas y las tendencias políticas más o menos definidas. Sólo cabe esperar que el fragor del proselitismo electoral, en vez de ahondar las diferencias entre bolivianos, contribuya a fortalecer los cimientos de nuestra todavía joven democracia


El cronograma electoral señala que el día de hoy se abre, de manera oficial, el período asignado por ley para la campaña electoral de los partidos políticos que participarán en los comicios generales del próximo 6 de diciembre.

Serán, pues, dos meses de intensa actividad proselitista que marcan el inicio de una nueva etapa en la vida democrática de Bolivia. Veamos por qué:

Por primera vez en la historia, y por efecto de la actual Constitución Política del Estado aprobada en el referéndum de enero de este año, un Presidente y un Vicepresidente de la República en funciones están habilitados para buscar su reelección; y a diferencia de procesos anteriores, los bolivianos residentes en el exterior también podrán emitir su voto.

Otro elemento –tal vez el más importante– a tomar en cuenta es que en las elecciones de diciembre están en juego intereses políticos mucho más importantes y vitales que la sola renovación o ratificación de las autoridades y representantes de los órganos Ejecutivo y Legislativo. Lo que verdaderamente está en juego es el futuro del proyecto político y del esquema de poder diseñado por el gobierno del Movimiento Al Socialismo, porque es finalmente a partir de las elecciones de diciembre cuando comenzará, en los hechos, la aplicación del texto constitucional en actual vigencia, así como la puesta en vigencia del nuevo modelo de organización política y administrativa del Estado.

Una vez hechas esas consideraciones, es posible afirmar que los próximos comicios generales marcarán –qué duda cabe– la suerte que le toque correr a Bolivia en los próximos años, si no décadas; y que la responsabilidad de la decisión que vayan a tomar los ciudadanos bolivianos en las urnas es, probablemente, la más delicada y compleja de toda nuestra vida democrática.

Resulta penoso constatar, sin embargo, que los candidatos y partidos políticos en carrera no parecen estar a la altura de los desafíos antes señalados. De hecho, la campaña electoral que hoy se inicia estará signada por la amplia ventaja con que el oficialismo enfrentará a una oposición frágil, dividida y políticamente extraviada.

Por un lado, está claro que el objetivo del Movimiento Al Socialismo no se centra únicamente en ganar las elecciones generales y asegurar la reelección del presidente Evo Morales. El MAS aspira a tener el control absoluto de las cámaras de Diputados y Senadores, y si es posible de dos tercios de la composición del futuro Congreso Nacional, de manera que pueda tener el camino llano para aprobar sin dificultades el vasto andamiaje jurídico que requiere la implementación de la Constitución Política del Estado.

En el otro lado, en cambio, el resto de los partidos políticos parecen más preocupados por disputarse entre sí la porción del electorado que no es afín al Gobierno y por ganar el liderazgo de la oposición antes de las elecciones de diciembre.

Las cartas están echadas y las tendencias políticas más o menos definidas. Sólo cabe desear que el fragor del proselitismo electoral, en vez de ahondar las diferencias entre bolivianos, contribuya a fortalecer los cimientos de nuestra todavía joven democracia.

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