sábado, 24 de octubre de 2009

La “juventud cruceñista” y el MAS

La alianza entre los líderes de la “juventud cruceñista” y el MAS confirma que las similitudes entre quienes desprecian la legalidad democrática son siempre mayores que sus eventuales diferencias



Hace un año, en octubre de 2008, las principales organizaciones de la oposición cívica de Santa Cruz comenzaban a salir del aturdimiento en que las dejó la contundente derrota de que les inflingió el gobierno de Evo Morales. Comenzaban a tomar consciencia de la magnitud del error que cometieron al optar por la vía de la violencia, al dar batalla en un terreno en el que, como debió ser evidente, el oficialismo tenía todas las de ganar.

Como cabe recordar, hasta poco antes la oposición cívica cruceña, y tras ella la de la “Media Luna”, pasaba por su mejor momento. Habían logrado resonantes triunfos políticos a través de medios pacíficos--los “referendos autonómicos”--, contaban con enorme respaldo popular, habían logrado poner en una muy difícil situación al gobierno que, por primera vez, parecía condenado a negociar, hacer concesiones, limitar sus aspiraciones de alcanzar el control total del proceso político nacional.

Tan favorables condiciones fueron súbitamente desbaratadas cuando en las filas cívicas se impuso una corriente más proclive a las vías de hecho, a la radicalidad en el discurso y en los actos. Los líderes tras los que se alineaba la Unión Juvenil Cruceñista, con el franco respaldo de mayoría de los miembros del Comité Cívico, terminaron imponiendo su lógica belicista y se procedió, así, a la toma violenta de las principales instituciones del Estado.

Tal ofensiva fue pronto emulada en otros departamentos. Y los líderes de la UJC fueron aclamados como héroes. Hubo, felizmente, muchas voces que oportunamente alertaron sobre la magnitud de tal despropósito. Pero fueron acalladas. Se llegó al extremo de amenazar con imponer “la muerte civil” a quienes tuvieron el valor de oponerse a los métodos delincuenciales aplicados por la “juventud cruceñista” y sus admiradores.

No pasó mucho tiempo antes de que los resultados obtenidos pusieran en evidencia cuán equivocados estaban quienes creyeron que las hordas delictivas elevadas a la categoría de vanguardia de la oposición cívica eran paladines de la defensa de la autonomía, la libertad y la democracia. Pocos días bastaron para que el gobierno aproveche tan excelente ocasión y aseste un golpe tan contundente que fue suficiente para modificar definitivamente y a su favor, el curso del proceso.

Los acontecimientos del 11 de septiembre de Pando, y la posterior detención de Leopoldo Fernández, marcaron el punto culminante de la malhadada ofensiva cívica. Fue el punto de inflexión a partir del que el hasta entonces vertiginoso ascenso de la oposición cívica se transformó en una caída al vacío.

Ahora, un año después, las consecuencias de tan enorme extravío político no dejan de hacerse sentir. La alianza suscrita entre los más prominentes líderes de la “juventud cruceñista”, los mismos que hasta hace poco eran todavía ensalzados como dignos exponentes del “heroísmo” con que en “épicas jornadas” se opusieron al “totalitarismo comunista”, ha ratificado una vez más que las similitudes entre quienes desprecian los valores y principios inherentes a la legalidad democrática son mayores que sus eventuales diferencias. Una lección que los actuales aspirantes a liderar la oposición no deben dejar de asimilar.

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