domingo, 4 de octubre de 2009

Plan Progreso versus Unidad Nacional

Los estrategas del Plan Progreso tendrán que reconducir su artillería. De otro modo, no podrán evitar correr la misma suerte de lo que un día fue Podemos

Entre las muy pocas ideas claras que los candidatos y estrategas del Plan Progreso parecen tener en su intento de hacer frente a la fórmula oficialista en las elecciones de diciembre, hay una que, por lo menos por ahora, se muestra como el eje de su plan de acción. Consiste en concentrar sus escasas energías en destruir, o por lo menos debilitar, la candidatura de Unidad Nacional. Se diría es su enemigo principal.

Los primeros pasos de esa estrategia fueron dados en vísperas del vencimiento del plazo para la inscripción de candidatos. Recurriendo a los más diversos medios, que van desde las amables exposiciones de argumentos dignos de consideración, hasta las más viles amenazas y chantajes, lograron disuadir a importantes personajes de los nueve departamentos que habían aceptado presentar sus candidaturas con el partido de Doria Medina. Fracasaron en algunos casos, tuvieron éxito en otros; lograron debilitar la fórmula de UN, pero sacarla del camino.

Durante los últimos días, pero con especial empeño después de que se hicieron públicos los resultados de una encuesta sobre las intenciones de voto, la ofensiva contra UN arreció. Según denuncias de muchos partidarios de esa candidatura, han circulado amenazas, a veces veladas y otras no tanto, entre muchas otras formas de presión, para causar tanto daño como sea posible a la fórmula Doria Medina-Helbing y sus seguidores. El más reciente y serio de esos intentos ha tenido el objetivo de convencer al líder cruceño Oscar Ortiz para que abandone a su actual aliado y se pliegue a las filas del Plan Progreso.

Tal forma de actuar merece ser cuestionada desde tres puntos de vista: el ético, el aritmético y el político.

Desde el punto de vista ético, porque es inadmisible que aunque de manera un poco más sutil, el Plan Progreso recurra a métodos que en nada se diferencian de los empleados por los “Ponchos Rojos” y otros “movimientos sociales” para ejercer coerción sobre quienes no se le adhieren voluntariamente. Declarar “traidores” a quienes no se cuadran ante la candidatura del Capitán Reyes Villa, por ejemplo, es una aberración que no puede ni debe ser vista con tolerancia.

Pero si las razones éticas no fueran suficientes para cuestionar tal forma de actuar, abundan también las que dictan los cálculos aritméticos y políticos. En el primer caso, porque por mucho empeño que se ponga a restar votos al caudal de uno para sumarlos al del otro, no alcanza para que las cifras cuadren, más aún si, como ya está ampliamente demostrado, en la política hay sumas que restan y viceversa.

Más importante aún es que una adecuada interpretación del fenómeno político que se refleja en el actual escenario electoral indica que una eventual eliminación de las fórmulas del “centro” daría como resultado un ensanchamiento del caudal electoral del oficialismo más que del de la oposición. La exacerbación de la polarización arrojaría un nítido beneficiario que no sería el conglomerado opositor.

En base a esos elementos, y a la experiencia acumulada durante los últimos años, cabe esperar que los estrategas del Plan Progreso reconduzcan su artillería si no quieren correr la suerte de lo que un día fue Podemos.

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