miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Otra elección sin debate?

No es congruente despreciar mecanismos democráticos como el debate y la saludable confrontación de ideas; más aún en un proceso electoral como éste, que marcará decisivamente el destino de Bolivia en los próximos años y tal vez décadas


Los spots televisivos y jingles radiales, además de las consabidas acusaciones y contraacusaciones entre candidatos, han empezado a apoderarse de los medios de comunicación en los primeros tres días del período establecido por Ley para la campaña electoral.

Adicionalmente, los postulantes a la presidencia han dado inicio a una recargada agenda de visitas y actos de masas con sus militantes y simpatizantes y es previsible que los mismos irán incrementándose en frecuencia e intensidad a lo largo de los próximos dos meses, tiempo que los partidos políticos tienen para desplegar toda su artillería proselitista en busca del voto ciudadano.

La campaña electoral se ha iniciado con unas tendencias de voto que, según coinciden todas las encuestas hechas públicas hasta hoy, le dan una amplia ventaja al presidente Evo Morales respecto de sus más próximos rivales: Manfred Reyes Villa, Samuel Doria Medina y René Joaquino, en ese orden.

Los primeros mensajes de propaganda electoral que han comenzado a ser difundidos a través de los medios de comunicación muestran, sin embargo, que en poco o nada ha cambiado la forma de los partidos políticos de aproximarse y cautivar al electorado.

Predominan las consignas, la frivolidad de los discursos o la grandilocuencia de los ofrecimientos, y no parece existir la intención de ingresar a un tratamiento más profundo y responsable de aquellos temas que son de interés cotidiano del común de la gente, y mucho menos de desentrañar aquellos asuntos que han marcado la accidentada vida política de Bolivia en los últimos años.

Es posible que ésa sea una percepción precipitada y que, en el curso de la campaña electoral que apenas comienza, los distintos candidatos sean capaces, en el marco de una saludable confrontación de ideas y programas de gobierno, de ofrecer a la ciudadanía las respuestas que espera escuchar en torno a las múltiples interrogantes sobre el presente y futuro del país.

Hay, sin embargo, razones para creer que ese escenario de un ideal debate democrático no se produzca, y que el proceso electoral transcurra en medio de consignas electoreras, ataques y campañas de descrédito y polarización política.

De hecho, el partido de Gobierno y favorito en las encuestas ya anticipó, barajando una serie de argumentos, que su principal candidato (el presidente de la República) no concurrirá a entrevistas ni debates públicos con sus contendientes, reeditando así la conducta electoral que tuvo Evo Morales en los anteriores comicios generales, cuando tampoco se presentó a ninguno de los debates públicos con otros candidatos presidenciales.

Con la experiencia ganada en más de tres años de gestión y con un profundo proceso de cambios que se traduce en la vigencia del actual texto constitucional, es mucho lo que el Primer Mandatario tendría que debatir, de cara a la ciudadanía, con sus circunstanciales rivales políticos.

No es congruente, pues, despreciar mecanismos democráticos como el debate y la saludable confrontación de ideas; más aún en un proceso electoral como éste, que marcará decisivamente el destino de Bolivia en los próximos años y tal vez décadas.

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