domingo, 18 de octubre de 2009

A seis años de un hito histórico

La recordación de los hechos de octubre de 2003 adquiere sentido en la medida en que sea parte de un esfuerzo de comprensión de la historia contemporánea de nuestro país


Hay acontecimientos en la vida de los pueblos que, por las profundas consecuencias que dejan, marcan hitos históricos. Marcan un antes y un después. Cierran un capítulo y abren otro. Es el caso de lo que ocurrió hace seis años, en octubre de 2003, cuando la presión popular obligó a Gonzalo Sánchez de Lozada a embarcarse en un avión para irse del país.

Lo que hace importante esa dramática escena es que no era sólo un Presidente Constitucional de la República el que se iba. Con él se iba todo un período de nuestra historia. Se clausuraban 21 años de un ciclo democrático que se agotó, dejando el terreno expedito para que se inaugure otra era, la que hoy vivimos.

Todo lo que ocurrió después de ese día, hasta que Evo Morales asumió el poder en enero de 2006, fue sólo un paréntesis. Un periodo de transición cuya trascendencia se reduce a la que corresponde a una bisagra.

Seis años, que son los que nos separan de los acontecimientos que comentamos, son muy pocos para ser vistos con la perspectiva de largo alcance que es la que corresponde para interpretar, juzgar y aquilatar en su verdadera dimensión los fenómenos políticos que no son sólo coyunturales sino estructurales. Tendrán que ser por eso los historiadores del futuro los que libres de las pasiones que suelen obnubilar la mirada de quienes de una u otra manera fueron testigos o protagonistas de los hechos, los que den a cuanto ocurrió en octubre de 2003 su justa valoración.

Mientras tanto, sólo cabe recordar que fue la conjunción de dos factores la que hizo posible la debacle de un sistema de partidos políticos y su sustitución por un régimen virtualmente monopartidista. La ceguera y soberbia de una élite política que no supo ponerse a la altura de los desafíos de su tiempo fue uno de ellos. La tesonera construcción de un proyecto político alternativo que no se conformaba con sacar rédito de la coyuntura sino que tenía la mirada puesta en el largo plazo, fue el otro.

La absoluta y total desaparición del escenario político actual de los partidos que tuvieron en sus manos la conducción de nuestro país durante más de veinte años, en unos casos, (ADN y MIR) y casi setenta, en otro, el MNR, además de los que jugaron un rol secundario pero no por eso menos importante, como UCS, es la más categórica prueba de lo profundo que fue el proceso de transformaciones que se inauguró. La consolidación del Movimiento al Socialismo, cuyo proyecto político tiene en las próximas décadas su punto de referencia, es la otra manera como se manifiesta el fenómeno.

Ambos hechos son de por sí suficientes para que se ponga en evidencia la magnitud del error en que incurren quienes se empeñan en minimizarlos. Quienes a estas alturas todavía insisten en que nada está cambiando en Bolivia y perseveran en el afán de aferrarse a la ilusión de que se trata sólo de un accidente en el camino que para ser revertido requiere sólo algo de voluntarismo, se engañan y se condenan a sí mismos, y con ellos a esa parte de la sociedad que todavía cree en sus palabras y en sus actos, a nuevas y más grandes frustraciones.

Así pues, la recordación de los hechos de octubre de 2003 adquiere sentido en la medida en que no se limite a alimentar la vocación victimista de unos y triunfalista de otros, sino que sea parte de un esfuerzo de comprensión de la historia contemporánea de nuestro país, de sus antecedentes en el reciente pasado, y sus proyecciones hacia el porvenir.

No hay comentarios: