El estudio pretende dar base científica a una muy antigua sospecha: “el dinero no trae la felicidad”. Los países ricos no son los más felices
El pasado sábado, la “New Economics Foundation” (NEF), presentó la segunda versión del “Índice del Planeta Feliz” (IPF), indicador del bienestar humano que se propone erigirse en una alternativa a los clásicos parámetros utilizados para medir los éxitos y fracasos de las personas, los países y los pueblos en su afán de mejorar sus condiciones de vida.
El IPF, que fue presentado bajo e título “Por qué las buenas vidas no tienen que costar un mundo”, está basado en datos corroborados de 143 países que representan el 99 por ciento de la población mundial. El índice utiliza tres baremos para realizar la clasificación: la esperanza de vida, la satisfacción vital que expresan los ciudadanos de cada país y la huella contaminante que dejan para obtener el nivel de vida que consideran necesario para ser felices.
Entre los resultados del estudio, lo que más llama la atención es la enorme distancia que hay entre los parámetros clásicos y los que se obtienen aplicando el IPF. Es decir, los países ricos no son necesariamente los más felices y mucho menos los que más contribuyen a la construcción de un “Planeta Feliz”. Todo lo contrario, los países que más retroceden en el índice son los que más éxitos económicos obtienen. Estados Unidos, China e India, vistos como modelos de éxito económico, son según el IPF los que más rápidamente ven deteriorarse la calidad de vida de sus habitantes.
América Latina, por su parte, aparece como el continente más feliz. Nueve de los 10 países “más felices y ecológicos” son latinoamericanos y Costa Rica es el que encabeza la lista. La República Dominicana figura segunda y Guatemala cuarta, y entre el sexto y el décimo puesto se sitúan por este orden Colombia, Cuba, El Salvador, Brasil y Honduras. Bolivia figura en el puesto 47, uno por debajo de Chile.
Los países que se supone deberían representar un desarrollo exitoso, en cambio, son los que peor calificación tienen en términos de crear bienestar dentro de los límites de la Tierra.
El estudio que comentamos será sin duda recibido con cierto escepticismo en algunos círculos académicos y se hará más de una objeción a los valores que promueve y a los resultados que arroja. Es un tema que se presta a la polémica. Lo que es indudable, a pesar de ello, es que se trata de algo muy representativo de una corriente de pensamiento y de “sentimiento” muy influente en el mundo contemporáneo. Algo que de ningún modo se puede soslayar si se pretende comprender una de las más vigorosas corrientes que impulsan los procesos políticos del mundo actual: el cuestionamiento a los valores imperantes cuyo eje central es el desempeño económico. Es uno de los “signos de los tiempos”.
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