Un síntoma del problema es la tendencia a leer informes como el del BM con una mirada limitada por los cálculos propagandísticos
La reciente publicación del informe titulado “Indicadores Mundiales de Buen Gobierno” elaborado por el Banco Mundial, y las múltiples interpretaciones, análisis y comentarios a que dio lugar tal documento, han puesto ante nuestros ojos una muy elocuente muestra de lo perniciosos que pueden llegar a ser los apasionamientos ideológicos cuando de encarar los principales problemas que afligen a nuestro país se trata.
Muchos dirigentes del oficialismo y de la oposición, de quienes cabría esperar un ejemplo de objetividad y seriedad cuando de abordar estos temas se trata, fueron más bien, como ya es habitual, los que más primariamente reaccionaron. Unos se regocijaron con la creencia de que los datos publicados por el BM podrían alimentar la artillería verbal para echar sombras a la gestión gubernamental. Otros, con similar lógica, supusieron que estaban ante una prueba más del afán con que los organismos internacionales se afanan por desprestigiar el “proceso de cambio”.
Un ejemplo de lo primero es el entusiasmo con que muchos exponentes de la oposición se refirieron al tema de la corrupción. Fue el aspecto del informe que más llamó su atención y casi al unísono lo esgrimieron como una prueba de que éste es un gobierno más corrupto que los anteriores. Los demás temas, seguramente porque en apariencia se prestan menos al sensacionalismo mediático, pasaron casi desapercibidos.
Tal actitud puso en evidencia a quienes quisieron sacar provecho del informe del BM. Quedó claro que no se tomaron la molestia de informarse antes de hablar. De haberlo hecho, habrían sabido que de los seis temas que son objeto de la evaluación el control de la corrupción es el único en el que Bolivia habría mejorado durante los últimos tres años.
Probablemente preocupado y molesto por tan mala interpretación y peor uso de los datos arrojados por el informe, el representante del Banco Mundial en Bolivia hizo las aclaraciones correspondientes empezando por los reales alcances del informe. Se trata, explicó, de medir la calidad de gobierno en todos los países a fin de contar con una base de datos que permita hacer comparaciones y ayude a medir los avances y retrocesos en cada continente”. Algo que sin duda trasciende con mucho la puerilidad de las interpretaciones y manipulaciones de quienes creen que todo gira alrededor de sus pequeños y mezquinos cálculos propagandísticos.
El tema no es irrelevante pues la dificultad que tanto los dirigentes del oficialismo como los de la oposición tienen para leer informes como el del BM con una mirada que vaya más allá de sus estrechos horizontes es precisamente uno de los factores que más impide que en nuestro país puedan adoptarse políticas de Estado, como ocurre en los países que sí mejoran sus indicadores de “Buen Gobierno”.
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