domingo, 5 de julio de 2009

La elocuente lección de Honduras

Serán sin duda derrotadas las corrientes políticas más retrógradas, esas que tan erróneamente creen que una tiranía puede neutralizar a otra

Hace una semana, cuando las Fuerzas Armadas hondureñas ejecutaron un golpe de Estado para defenestrar al presidente Manuel Zelaya, lograron un verdadero prodigio. Lograron que todos, absolutamente todos los países del mundo, más allá de sus múltiples discrepancias, se unan en una sola voz de repudio.

Nunca antes había ocurrido algo así. Nunca antes se había visto que países cuyas discrepancias son tan hondas como Estados Unidos y Cuba, Taiwán y China continental, Colombia y Venezuela, por sólo citar algunos ejemplos, coincidan de manera tan unánime. Ni siquiera Israel, país al que motivos no le faltan para simpatizar con lo hecho por los militares hondureños, cometió el desatino de reconocer al gobierno surgido del sablazo.

Tampoco tiene precedentes la firmeza con que actuaron todos los organismos internacionales sin excepción alguna. Incluso los del ámbito financiero, como el Banco Mundial, BID, FMI, que por su naturaleza suelen ser muy cautos en temas políticos, se manifestaron sin dejar ningún margen a las dudas.

Fue también muy elocuente la severidad con la que la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP) condenó insistentemente, durante toda la semana, la manera brutal como el tan repudiado régimen atentó contra la libertad de expresión desde el amanecer del domingo pasado. No podía ser de otro modo pues hacía ya más de dos décadas que en Latinoamérica, con excepción de Cuba, no se llegaba a los extremos de falta de respeto a la labor periodística.

Es evidente, sin embargo, que abundan los motivos para dudar de la sinceridad de muchas de las declaraciones de apoyo al régimen encabezado por Manuel Zelaya. Hay sin duda mucha hipocresía en algunos casos y el más descarado cinismo en otros. El hecho de que dictadores como los hermanos Fidel y Raúl a Castro tengan la desfachatez de hablar en defensa de la democracia, de la libertad de expresión y de los derechos humanos, lo dice todo.

No menos grotescos son los esfuerzos hechos por los caudillos del “Socialismo del Siglo XXI” para apoderarse de las banderas de la libertad y la democracia. Felizmente, la oportuna, firme y unánime reacción de todos los países del planeta evitó que tales causas queden en manos de personajes tan desprovistos de la autoridad moral que hace falta para enarbolarlas. De otro modo, habría ocurrido a escala continental algo similar a lo que pasó en Bolivia cuando por sus desatinos la oposición dejó en manos oficialistas banderas tan valiosas como las de las autonomías.

Aunque aún no se sabe cuál será el desenlace de la crisis hondureña, sí se puede afirmar, más allá de toda duda, que la derrota corresponderá a las corrientes políticas más retrógradas, esas que tan erróneamente creen que dos pecados hacen una virtud, o que una tiranía puede neutralizar a otra.

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