domingo, 19 de julio de 2009

La oposición en su laberinto

A la oposición democrática le quedan sólo dos caminos. O hace algo serio, o empieza a buscar pretextos para justificar su fracaso

Mientras el tiempo corre inexorable y los plazos establecidos por el calendario electoral se van venciendo, el escenario político de nuestro país continúa enturbiándose en vez de aclararse como sería de esperar. Con cada día que pasa aumentan las señales de desconcierto en las filas de la fragmentada oposición y el oficialismo, con la tranquilidad que le da la ausencia de un rival digno de respeto, mueve sus fichas preparando lo que espera sea su victoria final.

Es penoso pero no sorprendente el panorama que se vislumbra. Es que después de más de tres años de una confrontación en la que ninguna de las fracciones en que está dividida una de las partes –la oposición— ha logrado reponerse de los golpes recibidos, es poco lo que se puede esperar. Lo que ya no es admisible es que ni ese poco que se espera lo puedan dar.

No hay, por lo menos hasta ahora, nada que alcance para alentar la esperanza en la conformación de una oposición democrática capaz de ponerse a la altura del enorme reto que tiene al frente. Los aspirantes a candidatos continúan multiplicándose pero ninguno de ellos ofrece algo más que sus buenos deseos. Ninguno logra salir de la soledad y eso dice mucho de lo lejos que están de llenar un vacío que, por lo grande que es, para ser llenado requiere mucho más que ambiciones personales.

Todos los aspirantes a candidatos se presentan como artífices de un proyecto de país alternativo y mejor al que encabeza el MAS. Pero al ver los resultados de sus afanes, resulta inevitable poner en duda sus posibilidades reales. Ninguno ha logrado datarse de una organización política que los respalde y tampoco han podido, hasta ahora, ofrecer un ideario, un conjunto de ideas que resulte atractivo para sus potenciales seguidores. Nadie puede ofrecer nada mejor que su propia imagen y eso, como es evidente, resulta del todo insuficiente.

Lo visto durante los últimos meses ha demostrado que no pueden ser las cualidades de un individuo las que sirvan de eje articulador de una alternativa democrática, lo que obliga a pensar en algo mejor que el mesianismo o, lo que es peor, el caudillismo.

Ya que no ha surgido un líder cuyo carisma haga prescindibles los otros dos factores que hacen posible el éxito político –ideas y organización— lo sensato sería que la oposición concentre sus esfuerzos en esos tan subestimados dos elementos. Pero tampoco eso se vislumbra. No hay ideas, sino desgastados eslóganes, y de organización… absolutamente nada.

Ante tal panorama, la oposición tiene sólo dos caminos. O se pone a la altura de las circunstancias y aprovecha el poco tiempo que le queda para hacer algo serio, o persevera en la majadería y comienza a buscar pretextos para justificar su fracaso. Es de esperar que opte por lo primero.

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