Si de reinventar el pasado y reescribir la historia se trata, es innegable que el concejal alteño tiene toda la razón. Lo demás es puro cuento
Hace algunas semanas, al comentar la decisión gubernamental de declarar feriado nacional el día del “año nuevo aymara”, primero, y la expulsión de los arqueólogos de Tiwanaku para que las excavaciones pasen a ser dirigidas por las “autoridades originarias”, un día después, decíamos que tales actos mostraban cuán absurdos y peligrosos pueden llegar a ser los afanes por reinventar el pasado y reescribir la historia.
“A este paso nadie deberá sorprenderse si disparates como el del “año nuevo aymara” comienzan a multiplicarse”, decíamos el 24 de junio en este espacio editorial, asumiendo que entre lo absurdo y la estupidez hay un pequeño paso, y que como dijo Konrad Adenauer, “si algo “injusto” habría hecho Dios es que habiendo limitado la inteligencia humana, dejó totalmente ilimitada la estupidez”.
No fue necesario esperar mucho tiempo para tener una nueva muestra de lo dicho. Nos la dio un muy conocido e influyente concejal alteño según quien Evo Morales “se burló del pasado y del sufrimiento de los indígenas” al encabezar una caravana ecuestre que partió el lunes de Patacamaya rumbo a la ciudad de La Paz como parte de los festejos de “Bicentenario”.
La explicación es sencilla. Es que según tan celoso defensor de lo auténticamente “indígena originario campesina”, los españoles llegaron a América montados en caballos y Túpac Katari fue descuartizado con cuatro caballos. Por si eso fuera poco, “Napoleón sometió a los pueblos de Europa montado en un caballo blanco”. Y como fue precisamente blanco el caballo que montó Morales, la afrenta fue doble.
Pero no es eso lo peor. Más grave aún es que al encabezar un desfile de caballería Evo Morales se hizo cómplice de una “distorsión de la historia”, pues “el símbolo de los pueblos incas fue la llama y no el caballo”. Lo consecuente, según esa forma de razonar, sería que el presidente dé el ejemplo y encabece un desfile triunfal montando una briosa llama, pero jamás un colonialista corcel. Y las FF.AA. del flamante Estado Plurinacional tendrían que sustituir su actual caballería por una llamerada si no quieren que caiga sobre ellas la sospecha de la traición.
No sería justo, sin embargo, tomar a la ligera tales apreciaciones y mucho menos hacerlas objeto de burla sin considerar el contexto en que se inspiran. Es que lejos de ser fruto de los desvaríos de un individuo, son la más fiel expresión y la más lógica consecuencia del espíritu “descolonizador” que intentan imponer los ideólogos del “proceso de cambio”.
Si de reinventar el pasado y reescribir la historia se trata, hay que reconocer que el concejal alteño tiene toda la razón. Es evidente que no se puede pretender borrar de la memoria colectiva “la larga noche colonial” si al mismo tiempo se monta un caballo. Lo demás es puro cuento, impostura cruel.
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