Hay motivos para temer que las tensiones entre EE.UU. y Venezuela y sus aliados, lejos de disminuir, ingresen a una nueva fase de agresividad
Aunque aún no se ha hecho público, un informe del Congreso de EE.UU. según el cual Venezuela merece ingresar a la categoría de “narcoestado” por el papel que ese país juega en el comercio internacional de drogas, ya ha introducido un elemento de tensión más a las ya frágiles relaciones entre ambos países.
El documento, al que de manera casi simultánea tuvieron acceso dos de los más influyentes diarios europeos, el londinense Financial Times y El País de España, contiene afirmaciones que por su grueso calibre permiten suponer que lejos de encaminarse hacia una normalización, como se suponía, las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela se aproximan al punto de ebullición.
El informe elaborado por pedido del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso estadounidense, revela que “el contrabando de cocaína a través de Venezuela se cuadruplicó entre 2004 y 2007 y que la Guardia Nacional venezolana coopera con los traficantes de estupefacientes colombianos”. Afirma, además, que “un alto nivel de corrupción dentro del Gobierno venezolano, del Ejército y de otras fuerzas de orden contribuye a la creación de este clima de permisividad”.
Como era de prever, la difusión extraoficial del informe --lo que no suele ocurrir por descuido o por azar-- ha dado ya lugar a una muy agresiva respuesta venezolana expresada de dos maneras diferentes: la oficial, y la de los mensajes indirectos. La primera estuvo a cargo del Ministro del Interior venezolano, Tareck el Aissami, quien se ha limitado a afirmar que “EE.UU. no puede juzgar a ningún país por su lucha contra el narcotráfico”. Pero como es habitual en estos casos, más elocuente que lo que se dice oficialmente es lo que se expresa por vías menos formales. Es el caso de los discursos de Hugo Chávez y sus aliados, cuya habitual agresividad ha subido de tono hasta alcanzar el de una belicosidad poco común en tiempos de paz.
La tensión ocasionada por el golpe de Estado que tuvo lugar en Honduras hace tres semanas ha sido el pretexto perfecto para que Hugo Chávez y sus aliados den rienda suelta a su beligerancia. Han llegado a amenazar con desencadenar una guerra civil a escala continental y, dadas las circunstancias, cada vez son menos quienes creen que se trata de simples bravuconadas.
En el otro frente, las señales tampoco se reducen a las que se transmiten a través de informes filtrados, como el que comentamos. El Comando Sur de EE.UU. ha estrenado un nuevo comandante que ha debutado dirigiendo amenazadoras frases a Venezuela, y los republicanos sostienen que que ha llegado la hora de “como mínimo, una revisión profunda de la política de Estados Unidos hacia Venezuela”, y “otros países afectados”. Hay pues motivos para temer que el futuro inmediato no llegue con buenas noticias.
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